lunes, 29 de junio de 2009
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Si bien debutó escribiendo poemas y cartas de amor a mujeres que seducían sus amigos y allegados, tras una fiebre de resentimientos y envidia, se volcó a la prosa donde su birome se sintió menos constreñida.
Así, desde los 14 años –con recurrentes interrupciones- se dedicó a escribir lo que llamamos, a falta de un nombre mejor, “cuentitos”. Pasó por la radio, LT3, FM AZ 93 y otras, para terminar desencantándose por la falta de fidelidad de la audiencia.
Tras varios años de trabajos alienantes, retomó los estudios universitarios para que los conocidos puedan llamarlo “profesor”.
La insistencia de participar en certámenes literarios le ha permitido obtener las siguientes distinciones:
En una serie de relatos que cargan todo el peso y la ciencia de la estética realista pero que no se someten por completo a sus convenciones, Federico Ferroggiaro logra en El pintor de delirios, a fuerza de invención y soltura sintáctica, una vuelta de tuerca sobre dos mecanismos narrativos capitales: la pintura de ambientes y la construcción de personajes.
Ya sea en esos pueblos cuya parsimonia rural revierte en apuestas insólitas, en intrigas calculadas o en presencias fantasmas, como en los escenarios urbanos que hacen de la urgencia, el aturdimiento o el equívoco, los núcleos fuertes de las historias, los cuentos de este libro crean climas y fundan caracteres; como si en la tensión siempre en alza de sus componentes el mundo entero ganara, en un mismo y exacto movimiento, su razón y su extravío.
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