viernes, 19 de junio de 2009

Presentación del libro

Algunas imágenes de la presentación del libro.






Y estas fueron las palabras que me salieron decir.


A falta de realitys con personas que escriben, los productores de tv no nos deben creer rentables, siento esta presentación como mis cinco minutos de fama. No es broma, esta tarde, acá, delante de ustedes estoy perdiendo una especie de virginidad, estoy pasando de ser un inédito a un édito. Mi agradecimiento por esto a los organizadores del Premio Ciudad de Rosario y, principalmente, a la subjetividad del jurado, Sergio Bizzio, Adriana Astutti y Esteban Lopez Brusa, que encontraron premiable a mi pintor de delirios. Gracias. La verdad es que, más que el vértigo ante el micrófono y el silencio y las miradas de ustedes, sólo se me ocurre pagar de palabra mis deudas. Agradecer a todos los que voluntaria o involuntariamente, y de diversas formas, me ayudan a escribir; leen mis cuentitos y después me los marcan o me los discuten o inflan mi vanidad con elogios desmedidos. Sí, el agradecimiento es para mis padres, para Sharon, para mis hijos y para mis amigos lectores y no lectores que siempre aportan algún comentario, estimulante o no tanto. En cuanto a este, mi primer libro, deseo reconocer mi deuda con Nora Avaro, que me guió y asesoró en el pulido de los textos, y con Enzo Nuñez autor de la ilustración de la tapa del Pintor que, hasta ahora, es la parte de la obra que ha sido más aclamada. Espero que el contenido sea digno de ella. Podría provechar estos minutos de fama para despacharme con una sesuda reflexión sobre la literatura, o el oficio del escritor o contarles qué pasa en mi cabeza cuando, por ahí, de pronto, me vienen ganas de contar un cuento. También sería oportuno intercalar algunas ideas sobre el rol del escritor en la sociedad, y hasta podría mientras poner cara de intelectual, les juro que lo intenté, delante del espejo, y no me sale… pero me gusta escribir ficciones y que sean autónomas, que no me necesiten a mí para explicarse, para vivir, para llegar a buen puerto. Entonces sería una buena estrategia de marketing leerles el principio de un cuento, o un fragmento cualquiera. Hay varios que tienen descripciones de alto contenido erótico, los recomiendo. En fin, podría aprovechar mejor mis cinco minutos de fama pero, bueno, los gasto en propuestas. Mi mayor satisfacción quedará, si es posible, para aquel instante secreto en que alguno de ustedes se encuentre con el libro, elija uno de los relatos y se sienta atraído, a gusto, con Petersen, con Lev Tanchevsky el pintor de delirios, con el Intendente de la Carga o con las chicas que cumplen sueños en la mansión de Sibil Vane; y en la lectura se deje arrastrar por esa ficción que propongo, hasta el final, y la disfrute o la odie, y siga siendo el mismo que empezó a leer el cuento pero, sin saberlo, me haya regalado los verdaderos cinco minutos de fama que son, para los que escribimos, encontrar, entre tanto reality, televisión y esquizofrenia, a un lector que nos lea. Esos cinco minutos o más que no voy a presenciar, que no voy a conocer, justifican las hojas borroneadas, el tiempo dedicado, los mates lavados y el haber pensado durante horas si quitaba del medio o no a ese adjetivo que se tambaleaba. A esos lectores, y no esperen que les regale el libro, por anticipado, mi agradecimiento.

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