viernes, 19 de febrero de 2010

Los peligros de la comparación poética


"Lo veo resbalando como chorizo en fuente de loza”
Rafael Bielsa



Con esta popular comparación, el poeta rosarino y excandidato a gobernador de la provincia de Santa Fe, intentó graficar su percepción del gobierno de la Señora Cristina Fernández (de Kirchner). Que resbala. Como un chorizo. En una fuente de loza. Sin dudas se trata de una afirmación intempestiva. O sacada de contexto, como gozan afirmando los que profieren un rebuzno y al rato se arrepienten. Porque para un artista dúctil y versado en comparaciones y metáforas que escribió, por ejemplo: “el tren pasaba lejos como un cuento de la infancia” o “ella cruzaba el patio como rueda de espuela”, referirse a un gobierno como un chorizo patinando sobre una fuente, además de poco poético, suena hasta ofensivo. Los chorizos se confeccionan con carne molida, de cerdo, de vaca y también hay artesanos que los rellenan de pollo. Carne animal, carne muerta, comprimida (embutida) en un delgado cartucho de tripa que es atado en ambos extremos. Nadie discute que su ingesta pueda resultar agradable, pero de ahí a llamar a un gobierno o a las personas, argentinos y argentinas, que lo conforman “chorizo”, nos separa un abismo. Más todavía cuando, en la oralidad rioplatense, “chorizo” es sinónimo de “ladrón”. Y no designa a cualquier ladrón, a uno de bancos o camiones blindados, sino a los descuidistas y carteristas, a ésos que, el sustento, se lo proveen abusando de la distracción o la confianza ajena. Esta interpretación no es descabellada. Imaginemos a un chorizo, a un ladrón, que en su carrera para escapar de la persecución policial o del birlado, introduce su pie en una fuente de loza casualmente colocada para interceptarle el paso. ¿Qué sucedería? Por supuesto: al pisar el adminículo citado, resbalaría despatarrándose para estrellarse contra el piso. Ergo, todo parece indicar que, para Bielsa, el gobierno es ladrón y torpe en su huída.
Una segunda alternativa, pienso ahora, puede ser que Rafael haya intentado seducir al vulgo, al hombre como usted o como yo, introduciendo en la comparación un término que nos resulta familiar, al menos vagamente o como él supo versificar: lejano “como un cuento de la infancia”: el chorizo. Claro: porque si Rafael visita alguna carnicería, descubrirá que el kilo de chorizos ronda los $35 y no cualquier bolsillo proletario o pequebu está en condiciones de regalarse dicho bien suntuario. Pero todos hemos visto como un chorizo grasiento, jugoso, puede deslizarse sobre una superficie plana, sea de loza u otro material: nuestra memoria, despabilada por la comparación, se relame con el recuerdo.Pero olvidemos las interpretaciones capciosas y, disculpándole el exabrupto al poeta, brindemos para que las musas inspiren al barbado bardo que vuelve al ruedo. ¿Poético? No, político.

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